Imaginad un señor muy emprendedor que decide sacar al mercado una nueva marca. Lo tiene difícil, porque otra empresa tiene el monopolio del producto desde hace muchos años. Además, el emprendedor decide competir con un género de peor calidad y, a pesar de ello, lo pone más caro. La sociedad no necesita su nuevo producto para nada.
Con estos parámetros, cualquier entendido diría que estaba condenado al fracaso, que su estrategia es poco inteligente. Pero resulta que, contra todo pronóstico, este empresario triunfa en su empeño.
Se llamaba Henri Nestlé, y en 1866 descubrió la fórmula del éxito: la leche de fórmula.
Mezclando leche de vaca, azúcar y harina de trigo, descubrió un nuevo producto que bautizó como Harina lacteada. Una leche no materna que los bebés toleraban, lo nunca visto.
Hasta entonces, los huérfanos o los bebés de madres enfermas dependían de que hubiera una nodriza para alimentarlos.Si la compasión o el dinero no conseguían un ama de cría para ellos, morían sin remisión.
No había otra alternativa, porque los recién nacidos no toleran las leches de origen animal. No pueden digerir sus complejas proteínas. Necesitan la leche de su madre, con la composición perfecta para su propia especie.
Por eso, la Harina lacteada fue un gran invento. Sirvió para salvar muchas vidas, sobre todo de huérfanos. También liberó a la mujer, que entonces empezaba a adentrarse en el mercado laboral. Entonces no había reducción de jornada, precisamente.
El producto tuvo éxito, e incluso surgieron nuevas marcas. Pero el auge de la leche de fórmula llegó con la Segunda Guerra Mundial y después, con la masiva incorporación de la mujer al trabajo y con el desarrollo de la publicidad.
En España, este boom llegó más tarde (como todo). En los años 60, el Pelargón y compañía aterrizaron en nuestro país con la intención de quedarse. Los anuncios agresivos, los pediatras adoctrinados y la moda generalizaron el uso del biberón. Era un signo de prestigio, lo mejor para el bebé.
La teta quedó para las que no se lo podían permitir, pobrecicas...
Si la leche de fórmula siguiera sirviendo sólo para aquellos casos en los que la lactancia materna es complicada o imposible me parecería un gran invento. Acabo de leer que en Zimbaue, donde las madres transmiten el sida a sus hijos al darles el pecho, no pueden acceder a estas leches. Así que o les contagian o los dejan morir de desnutrición.
Pero hoy, en Occidente, la leche de fórmula sólo sirve para que las mujeres nos sintamos inseguras a la hora de dar el pecho, porque el biberón siempre está ahí, esperando para rescatarnos si lo hacemos mal.
Creo que debería limitarse aún más su publicidad, y que los pediatras deberían estudiar más sobre lactancia materna durante la carrera. Porque ahora promocionan la teta con la boca pequeña, sólo unos meses por eso de las defensas. Pero enseguida te convencen de que des un suplemento, o de que lo destetes y empieces con las dichosas leches de continuación, que no son más que leches de fórmula más cutres.
Nos bombardean todavía hoy con el mensaje de que el biberón es lo mejor para nuestros hijos y para nosotras. Y mientras no nos demos cuenta del engaño, los grandes laboratorios tienen la fórmula del éxito garantizada por los siglos de los siglos.
2 comentarios:
pues yo voy a ser un poco mas radical: no entiendo que gasten tanto dinero en campañas para dejar de fumar, y que persigan al fumador hasta el fin del mundo para que deje de fumar. No seria mas rentable, a nivel de salud general, que prohibieran la leche de formula? Te imaginas que tuvieran que prescribirla como un farmaco?
Hola Eva. Yo también he pensado muchas veces lo de la receta. Porque realmente hay muy pocos casos en los que haría falta la leche de fórmula. El resto de mujeres se tendrían que "apañar" con la teta sí o sí, como se ha hecho toda la vida, y en poco tiempo se acabarían las malas posturas, las grietas y el "me he quedado sin leche".
El problema es que sería una medida impopular, porque el biberón también ha permitido trabajar a las mujeres y los sacaleches no molan tanto.
Así que la única manera efectiva de acabar con el biberón es la de convencer a todas las madres de lo cómoda y beneficiosa que es la teta, como hasta ahora, y prohibir la publicidad de las leches menos saludables que le hacen la competencia.
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