miércoles, 6 de junio de 2012

Sal con una chica feminista

Inspirada por los creadores de Sal con una chica que lea y Sal con un friki, me surgió la idea de convenceros de las bondades de salir con una feminista. Así que ahí voy...

Sal con una chica feminista. Sal con una chica que tenga claro lo que vale, que no se subordine a ti. Una chica que busque un compañero, un igual, con quien compartir libremente su tiempo. Una mujer que sea independiente económicamente y que no entienda su vida de otro modo. Una feminista no te cargará sobre los hombros una responsabilidad que no te corresponde, no esperará que la salves de nada ni que la mantengas. No esperará que pagues la cuenta, ni que le abras la puerta porque sí, ni que tengas miramientos porque es mujer. Solo te pedirá respeto, el mismo que te ofrecerá a ti.

Sal con una chica capaz de vivir sola y que disfrute de su independencia, porque cuando esté contigo sabrás que lo hace porque quiere, no porque necesite compañía. Sal con una chica que sepa distinguir el amor de la dependencia afectiva, y que sepa enseñarte la diferencia. Con ella no tendrás que estar pendiente de los malentendidos, no temerás meter la pata y podrás ser sincero, porque negociará las reglas contigo desde el principio.

Sal con una feminista que se quiera a sí misma, que no tenga complejos y que pase olímpicamente de los cánones de belleza salvajes de la talla 34, porque tampoco juzgará tus michelines.

Sal con una feminista que conozca su cuerpo y que sepa disfrutar de su sexualidad sin tapujos, porque echarás los mejores polvos de tu vida. Haz el amor con una chica que no se avergüence de gemir y a la que le puedas explicar tus fantasías sin avergonzarte tú. Mándale un wassap diciéndote lo mucho que te excita pensar en ella y no se sentirá como una puta, porque una feminista tiene muy claro lo que es y lo que no es la prostitución. Con ella descubrirás la rica imaginación erótica femenina, y el porno patriarcal te empezará a parecer vulgar y soso (esperemos...) Con ella descubrirás que el sexo es mucho más que la penetración y te volverás sabio y humilde. Se puede reconocer a quien sale con una chica feminista porque van todo el día con una sonrisa satisfecha en la cara.

Si sales con una chica feminista no hará falta que le acompañes a sus "movidas" si no te gustan, porque te recuerdo que ella no te necesita para nada. Tampoco ella te acompañará a tus cosas, si no le apetece. Una chica feminista te reclamará su propio espacio y también te lo dará. Una feminista te enseñará que el amor no es posesión, y si no lo aprendes enseguida la verás marchar de tu lado. Una chica feminista no te dará celos, porque está contigo desde su libertad y porque quiere. Si deseara estar con otro te dejaría y punto. Una feminista no necesita medir tu amor provocándote con otros, porque piensa que estás con ella desde tu libertad y porque quieres.

Cásate (o no) con una chica feminista y disfruta de cuentas separadas, con espacio para los caprichos de cada uno. Olvídate de los reproches domésticos, porque con una feminista serás corresponsable de todo, SÍ o SÍ.

Ten hijos con una chica feminista y aprenderás a venerar el milagro del cuerpo de la mujer, su útero, su vagina, sus pechos que alimentan. La humildad te hará mejor persona, y recuerda que tú también viniste al mundo a través de una mujer. Una madre feminista te hará el mayor regalo, porque no usurpará la crianza de tus hijos. Compartirá contigo (SÍ o SÍ) esa hermosa y agotadora responsabilidad y podrás ser PADRE. Y si no quieres tener hijos, será porque lo has hablado con ella y estáis de acuerdo. Una feminista no se siente menos mujer por no ser madre.

Sal con una chica feminista porque ella no entiende de estereotipos, y no te juzgará si lloras o si te gusta repeinarte y darte cremas. Porque ella tampoco te consentirá que la juzgues si le gusta jugar a fútbol o si no quiere depilarse o si no se maquilla o si se le da mal cocinar. Una chica feminista no te valorará como hombre, sino como persona y, por lo tanto, no tendrás que andar demostrando tu hombría.

Sal con una chica feminista porque no te dará la razón siempre y te volverás más listo.

Sal con una chica feminista, porque tienes claro que las mujeres no son menos que tú.

martes, 17 de enero de 2012

Las madres que no amaban a sus hijos

Ayer estuve más de una hora en la sala de espera del médico, y me dio tiempo de sobra para observar al resto del personal. Aparte de una pareja tatuada que hacía cosas muy extrañas (me pareció que venían del baño de follar, pero eran tan raros que no sé), había un matrimonio con un hijo.
No sé si es correcto criticar a otras madres, porque parece que me quiero echar flores a mí como criadora suprema. Pero no es eso, en serio. Es que esa señora me cayó fatal y si no escribo esto reviento.

 Os describiré brevemente a los personajes:
El papá de la criatura tiene pinta de gañán, de currela frustrado por algún encargado más cabrón que él, y por supuesto bastante machista.
La mamá tiene pinta de inculta, de haber sido criada con los mismos malos modos que le dedica a su hijo, así que al final de la tarde incluso me daba un poco de pena. Las circunstancias de cada uno pesan mucho, y por mujeres como ésta defiendo que el acceso a la educación y a la cultura tiene que ser universal.
El niño tiene unos 9 ó 10 años. Parece simpático en realidad, aunque en la sala de espera saca lo peor de sí, para fastidiar a su madre, claro.
El que tiene que ir al médico era el papá-gañán, que casi le monta un pollo al doctor porque llevaba mucho rato esperando. Personalidad explosiva, típico machote. Seguro que si no hubiera estado su mujer delante se hubiera callado la boca.
Ella le mira extasiada y le da la razón cuando se enfada. Se tienen el uno al otro, qué bonito. Y mientras, ¿qué hace el niño? No tiene ningún libro, juguete o nintendo con que pasar el rato, así que se dedica a cambiarse de asiento por la sala medio vacía. Los padres no le hacen ni caso y tampoco hablan entre ellos más que para criticar al médico o al niño. "Estate quieto, que te vas a enterar" es la frase más repetida. Si el niño contesta "no me da la gana", la señora mira a su marido y pone los ojos en blanco, como diciendo "ves lo que tengo que aguantar". Ella le echa la bronca al niño ¡para agradar a su hombre! Para que él vea que ella es buena madre y que no se deja "torear". El hombre asiente, como diciendo "así me gusta, nena".
¿Y qué ocurre cuando papá por fin entra a la consulta? Pues que aún me cae peor la mamá. Se pone los cascos para escuchar música, pasando olímpicamente del niño. Cuando éste se vuelve a cambiar de sitio o se pone a dar golpecitos en la silla, aburrido como una ostra, le advierte: "que te estés quieto, que ya te lo he dicho, que te estás ganando una bofetada". El niño contesta con un poco más de chulería que antes, porque no está su padre (que debe ser el que suelta los sopapos de verdad en casa): "no quiero parar". La señora insiste en el mismo mensaje cada cierto tiempo, con la cabeza apoyada en la pared y sin quitarse los cascos. Me da la sensación de que ahora reconviene al niño para congraciarse con las personas de la sala, como antes buscaba agradar a su marido. Por eso, al final, se levanta para cogerlo por el brazo y llevarlo hasta la silla que tiene al lado. Al niño le cae una colleja de propina, pero no le da mucho miedo porque se levanta como un resorte otra vez y se va a la otra punta. Desde allí, sin levantar mucho la voz, le dice "zorra". La madre pone los ojos en blanco, como diciéndonos a todos "véis lo que tengo que aguantar".
Por fin, sale de la consulta papá-gañán. El niño aprovecha la ocasión para tocar las pelotas: "no me pongo el abrigo, no quiero ir ahora a la farmacia"... Se pone impertinente, vaya. Y cuando ya bajan las escaleras, le dice con bastante desprecio a su madre: "y la bufanda me la llevas tú".
Esta escena familiar me hizo reflexionar largamente (lo que hace el aburrimiento, oye). Lo primero que pensé fue "suerte que este niño va al colegio, donde seguro que lo tratan con más cariño que en casa y donde tendrá alguien de quién aprender". Porque está claro que sus padres no le hacen ni pito caso. De sus padres ha aprendido una cosa: que hay que tener contento a papá, no me vaya a pegar, y que mamá no se merece ningún respeto.
Ese niño quiere a su madre, como todos, pero solamente consigue su atención portándose mal (relativamente, que solamente se cambió de silla, el pobre). No conoce otro modo de acercamiento. La quiere ahora, porque es pequeño, pero cuando sea mayor no la querrá más que por obligación.
Lo que más me preocupa de esta historia es la actitud de la madre. Porque padres gañanes que no saben dar cariño he visto muchos, por desgracia. Pero ayer vi claramente una madre que no quiere a su hijo. No le gusta ser madre. Le parece un fastidio. Actúa del modo en el que cree que tiene que hacerlo, tal y como su marido espera, tal y como la trató a ella su madre, seguramente. Es una mujer muy dependiente, que busca todo el tiempo la aprobación de su hombre. Si él le dijera: "vamos a llevar al niño al bosque porque no gano lo suficiente para manteneros a los dos" lo haría sin dudar.
Y me dio mucha lástima, por los tres.
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