- ¡Gugugú!
El bebé disfrutaba con las carantoñas que le hacía Paula. Estaban en una terraza, disfrutando de los últimos días de calor de septiembre.
- Venga, Clara, es la hora del biberón.
Blanca, la madre de la pequeña, agitó el biberón pre-preparado y lo dejó listo para tomar. La niña, de tres meses, disfrutó de ese momento de intimidad en los brazos de su madre y se tomó obediente el biberón entero. En otra mesa, un bebé lloró con una intensidad desacostumbrada. Las mujeres se volvieron a mirar justo cuando la madre del niño gritón se sacaba la teta alegremente y se ponía al niño ahí. Se calmó inmediatamente.
- ¿Pero a ti te parece eso normal en pleno siglo XXI?
Blanca hablaba con verdadero rencor.
- Bueno, si ella quiere hacerlo así...
Paula la defendió tímidamente, pero Blanca ya tenía preparada la artillería.
- ¿No te das cuenta de que esos niños gritan más que ninguno? Las dichosas madres insumisas nos van a crear problemas a todos. ¿Qué pasará cuando vaya a clase con mi hijo? Podrían pegarles algo a los demás.
- Hombre, no creo que sea para tanto.
- ¡¿Que no es para tanto?! O sea que tú y yo pagamos más dinero para que nuestros niños nazcan sanos y les compramos la mejor leche. Seguimos los consejos de los médicos y les ponemos todas las vacunas habidas y por haber. Pero ellas no, ellas piensan que con el pecho ya está todo hecho. Y encima alardean de sus tripas y de sus tetas, ¡las muy atrasadas!
Paula asintió. No quería seguir discutiendo. Pero cuando vio aquel bebé mamando feliz sintió una punzada de envidia. Clara se echó por fin su eructito y su madre la volvió a dejar en el capazo. La niña no rechistó.
1 comentario:
Aunque es ciencia ficcion creo que muchas madres piensan eso en la actualidad.
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