martes, 15 de junio de 2010

Mea culpa

Las mujeres nos sentimos culpables por todo.
Desde que nos convencieron de que Eva era la mala de la película, el patriarcado se ha encargado de  fomentar ese sentimiento que nos ha lastrado durante siglos.

Dentro de la pareja, nos sentimos culpables si tenemos mayor nivel cultural o más nómina que ellos.
En la familia, son siempre las hijas las que se ocupan todo cuando los padres ya son mayores.
En el trabajo, estamos acostumbradas a asumir responsabilidades pero no a cobrar más, y mientras los hombres ascienden sin mirar a quién dejan atrás, nosotras nos sentimos culpables por los que no han tenido nuestra misma suerte.

Somos conscientes de que no es justo, pero no podemos evitarlo. Y ellos se aprovechan.

Cuando te conviertes en madre, entras en una nueva dimensión de la culpa. A pesar de haber llevado encima al niño, en exclusiva, durante 9 meses y haberlo parido; a pesar de las miles de noches en vela con el bebé en brazos, si un buen día te quedas tú en la cama mientras su padre se hace cargo, te sientes culpable.
Si el niño no coge bien el pecho y/o no engorda lo suficiente, seguro que tú estás haciendo algo mal.
Si destetas (pronto o tarde) te sientes culpable.
Si lo coges mucho en brazos te reconcome el pensamiento de que, por tu culpa, será un adulto dependiente y caprichoso.
Si lo dejas llorar para que entienda que no lo puede tener todo, te sientes odiosa.
Si le ocultas al pediatra que aún le das el pecho a los 18 meses para que no te vuelva a sermonear, te sientes culpable (y si no tu marido se encargará de que así sea).
Te vas a trabajar con cargo de conciencia ("mamáaa, no te vayaaass"), y cuando termina tu jornada te sientes fatal tanto si te vas pitando (el trabajo a medio hacer, ya ni te despides de los compañeros) como si te quedas ese día un poco más ("el niño ha llorado, miraba la puerta a ver si venías...")
Si te has reducido la jornada ya ni te cuento. Te incomoda trabajar menos que los demás, a pesar de saber que también cobras menos.
Si por fin una noche te decides a dejar al niño con su padre para irte de fiesta, ahora que ya es mayor, no puedes evitar pensar en tu pobre marido que se ha quedado en casa y en tu pequeñín, que seguro que llora mientras su mamá está por ahí pendoneando. Aunque te diviertas, qué mal te sientes, ¿verdad?

Mientras no desterremos este puñetero mea culpa de nuestras mentes, mientras no seamos justas con nosotras mismas, seguiremos siendo para toda la eternidad las que nos levantemos de la cama cuando llore el niño.
Y el patriarcado pervivirá.

3 comentarios:

Piluca dijo...

De acuerdísimo en todo. El patriarcado se ha encargado de definir muy bien qué es una mala madre (la que hace todo lo que enumeras).

¿Y un mal padre? Con tal de que el progenitor lleve alimento a su prole y la respete mínimamente ya se le considera un buen padre, si hace el estrago de cogerlo en brazos y darle un paseo, es un padrazo y si cambia algún pañal y renuncia un poco a su ocio, un ejemplo a seguir.

Madres y mujeres del mundo, ¡unámonos y acabaremos con el patriarcado!

Anónimo dijo...

es asi!y si a todo eso le agregamos que una empieza a alucinar tambien con fantasmas. .........esos que aparecen en la vida de tu pareja mientras vos estas dedicandote de lleno a la maternidad.

alucino? estare en lo cierto? el trato no es el mismo, mi hijo ya cumplio un año, y mi pareja me trata feo, mal como nunca. Estoy complicada.

Cristina dijo...

Te recomiendo un libro de Laura Gutman, "La maternidad y la búsqueda de la propia sombra". Tiene pasajes con los que te sentirás muy identificada.
Gutman defiende que el papel del padre durante los primeros años de crianza consiste en cuidar a la madre. Es lo menos que pueden hacer.
Tal vez tu pareja esté pasando por una crisis, y probablemente tú estás más cansada y susceptible que nunca (lo sé por propia experiencia) pero no debería tratarte mal en ningún caso. Lo mejor, siempre, es hablar las cosas.

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