lunes, 19 de julio de 2010

En el pueblo

Qué bien se está en el pueblo. El aire puro, la tranquilidad de dejar corretear al niño por donde quiera, las charradas a la fresca,...

Este fin de semana hemos estado en el pueblo de mi marido, al que he decidido volver a hablar porque el rencor no es saludable. No íbamos desde hace varios meses y nos han recibido al grito de "hombreee, ya era horica".

Es un pueblo de unos 100 habitantes, donde todo el mundo se conoce. Unas le hacen carantoñas a Leo, otros le hacen rabiar. Como está mandado. Y todo el mundo opina de todo.

Sacarte la teta en la calle principal del pueblo para alimentar a tu hijo de año y medio suscita un amplio abanico de comentarios, aunque estadísticamente debo decir que, en lo que a lactancia se refiere, entre la gente mayor he encontrado mucha más comprensión.

Los comentarios han ido desde "hija mía, qué bien haces" hasta "pero qué vicio tiene este crío". Aquí citar las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud es perder el tiempo, no es cuestión de ponerse pedante. Pero la verdad es que debo estar haciéndome mayor porque ya no me molestan estos comentarios. Opiniones hay para todos los gustos y en el pueblo te las dicen a la cara, por lo menos.

Lo que sí me supera es el machismo de la mujer rural (por llamarla de algún modo). Para empezar mi suegra, que se queja de que su marido se va todo el día al bar pero luego defiende que su hijo haga lo mismo. Porque es que es llegar al pueblo y Javi ya está pifiando por irse al bar. Se aguanta las ganas porque me ve la cara de pocos amigos y tonto no es.

La escena del viernes por la noche es algo así: el niño se ha echado una mini-siesta a las nueve de la noche, así que tiene cuerda para rato. Hemos sacado las sillas a la calle y estamos a la fresca Javi, su madre, su abuela y yo, con el niño correteando por ahí. En ésas aparece la Consuelo, vecina y todo un personaje. No es mala gente, pero sí MUY cansina. Javi trata de huir:

- Pues a lo mejor me voy al bar un rato.

Mirada asesina que él decide ignorar. Así que tengo que pronunciarme en voz alta.

- Hombre, pues no me parece bien que te largues y me dejes aquí con el chico (y con todo este abuelerío, añado mentalmente).

Él recula y se vuelve a sentar, porque mi marido, al final, es buena gente.

- Chica.- interviene la Consuelo.- Deja que se vaya. ¡Pobrecico!

- Mi marido también está todo el día en el bar, no sé qué les dan.- añade mi suegra.- Anda, vete, hijo mío...

Yo no quiero ser la bruja mala del oeste, así que callo y otorgo. Javi se va prometiendo volver enseguida y me deja dos horas sola con el crío y con las abuelas.

No me enfadé demasiado, estoy acostumbrada. Pero me indigna ver cómo se siguen alentando esos comportamientos machistas. No es que a mí me apetezca ir un sitio lleno de humo a ver cómo juegan los demás al guiñote, pero ¿por qué tengo que estar yo pendiente las 24 horas del niño y su padre no? ¿Por qué a otras mujeres les parece bien este técnica de escaqueo tan habitual? ¿Por qué a nosotras nos cambia la vida y a ellos se les anima a que sigan haciendo lo mismo que de solteros? ¿Acaso es un aburrimiento estar con tu mujer y con tu hijo?

Creo que mi marido lo entiende, pero él también se enfrenta a la presión social que le insta a comportarse "como un hombre" y al final hace lo más cómodo para él. Incluso lo felicitan por cambiar un pañal, como si con eso hubiera cumplido más que suficiente. "No sé de qué te quejas, yo tuve ocho hijos y mi marido no se preocupó nunca".

Las mujeres de generaciones anteriores piensan "si ésta consigue que su marido se ocupe de los críos, es que a mí me la han colado". Pues efectivamente, señora. Se la han colado pero bien. Usted no pudo evitarlo, eran los tiempos que eran y no tuvo más remedio que copular cada vez que le apetecía a su marido, embarazarse cada año y ocuparse sola de los niños y la casa. Una putada, vamos.

Así que no me desee a mí la misma suerte. Sea solidaria conmigo, mujé, y alégrese de los derechos que estamos conquistando. O al menos no me boicotee mandando a mi marido al bar, que ya me cuesta lo mío hacerle entender cuánto le necesito.

7 comentarios:

Juana dijo...

Ese es el verdadero problema del machismo en nuestra sociedad....que todavía hay muchas mujeres que tienen dudas sobre sus derechos, sobre su estatu social, sobre su igualdad frente al hombre.............si todas (porque somos mayoría en el mundo) tuvieramos una mínima conciencia sobre lo que digo,los hombres aceptarían de mejor manera estas ideas y podriamos vivir en una sociedad más justa...solo se trata de eso...de vivir en una sociedad más justa...

Cristina dijo...

¿Y por qué habrá tantas mujeres con actitudes machistas? Incluso las adolescentes de hoy tragan con comportamientos que ni mi abuela hubiera aguantado. De verdad que no lo entiendo...

Maria dijo...

No pongais a todos los hombres en el mismo saco. Mi pareja me ayuda como el que mas con el niño. Trabaja por la mañana y por la tarde es el quien se ocupa del niño practicamente.
Los fines de semana tabien está con el y si le apetece irse un ratillo a echarse un cafe con los amigos se va, igual que si me apetece a mi me voy yo.
No todos son iguales.

Cristina dijo...

Creo que no he metido a todos los hombres en el mismo saco. De hecho, mi marido colabora mucho muchísimo si tenemos en cuenta la media. Pero eso no quiere decir que, de normal, seamos las madres las que carguemos con la crianza.
Este post trata, sobre todo, del machismo que consienten y fomentan las propias mujeres. No sólo respecto al cuidado de los hijos.
Y enhorabuena por tu pareja. Si todos hicieran lo mismo no habría que seguir hablando de este tema.

aNa dijo...

Dejadme que haga un paréntesis en la discusión del machismo. Como española en el extranjero, me moría de la risa al leer tus anécdotas sobre "EL PUEBLO"... y es que esto es muy español (aquellas veranos en familia, siemmmmpre en el pueblo como los Alcántara..). Una vez leí no se donde "si no tienes pueblo, no eres nadie", y es cierto! yo siempre hablo de mi pueblo con mucha nostalgia, y no creo que aguantara vivir allí (por mucho que me guste el campito, las estrellas, el aire sano y todo eso). Quizá en esos círculos una pueda notar mas las costumbres de los hombres a lo suyo y las mujeres a lo nuestro, pero saliendo de eso… chica, que ellos se lo pierden! Yo no cambiaria para nada lo de pasarme la tarde en el bar con los abuelos y jugando al guiñote día tras día, que coñazo!. Y en eso de la igualdad… sinceramente yo no quiero ser igual a ningún hombre. Tengo la suerte de ser mujer. Los mismos derechos si (o más si nos hacen falta), iguales nooooooo. Hoy en día un papá “normal” sabe cuáles son sus responsabilidades, si prefiere hacerse el sordo allá el… pero anda que no hay también mamás que se hacen las sordas muchas veces por las comodidades de tener a la abuela, etc. Creo que la lección de esta historia sería más bonita si pensáramos en esas señoras a las que “se la han colao” como tu dices, y nos damos cuenta de que al menos hoy, tú decides el cómo, el cuándo, y puedes vivir la maternidad y la paternidad de una forma distinta no un “porque ya te toca” e incluso ejercerla desmitificando aquello de “ya verás cuando venga tu padre” (que también pobrecitos con aquel papelón justiciero, no?)

Lorién dijo...

Ya lo siento Cristina, pero machismos aparte, me parece que en esas circunstancias, irse al bar o a cualquier otra parte, es inteligente, por la propia salud mental (si tengo que aguantar 2 horas es ambiento, me da). Quizá faltaría haberte invitado a ir, con Leo a cuestas, siempre y cuando el bar fuera una cafetería sin humos. Eso ya es otra cuestión.

Lo que me lleva a otra reflexión, ... por que tantas mujeres aguantan situaciones que no desean aguantar (como la visita en cuestión), ¿sera una inercia machista, como la del marido que se larga?

Cristina dijo...

Hola Lorién. Me alegra que te hayas animado a tocar este tema.
Realmente el bar del pueblo es un sitio minúsculo y mal ventilado, donde los abuelos fuman farias. No es el sitio ideal para ir con el niño, y por eso no fui.
El caso es que Javi se tendría que haber aguantado las ganas, o haberme propuesto dar un paseo o lo que fuera. No quería estar pendiente del crío. Quería jugar a las cartas o charlar con los hombres del pueblo.
Será saludable para él, pero no para mí ni para el niño.
Te preguntas por qué aguantamos situaciones así. ¿Qué puedo hacer? Ya le dije lo que esperaba, no me iba a poner como una mula en público y por una cosa que no es tan grave. Creo que el problema no lo tengo yo, sino él, que no hizo lo que debía.
Las señoras de la historia ya no tienen remedio, pero confío en que mi marido sí.

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