lunes, 26 de julio de 2010

El llanto de Leo

Cuando mi hijo se echa a llorar lo hace con ganas. Es físicamente imposible ignorarlo, aunque quisiera hacerlo (que no quiero).

Lo habitual es que mamá lo consuele enseguida cuando se cae, cuando se frustra o cuando tiene sueño. La teta en esos casos es mano de santo (teta de santa, por lo tanto). No llora más de dos minutos seguidos, lo que puedo tardar en darle la vuelta a la comida o subirme las bragas si estoy haciendo pis.

Me da lo mismo si llora por un motivo razonable o no (desde el punto de vista de un adulto, claro). SIEMPRE trato de consolarle. Incluso si llora porque me he enfadado con él porque, por ejemplo, ha tirado el DVD al suelo. En esos casos le hago ver que estoy disgustada, pero no le dejo llorar.

Hay veces que resulta un poco desesperante. Se levanta cruzado y pide todo lo que sabe que no le puedes dar: el cuchillo, el vaso de cristal, el detergente; quiere tirar objetos al váter, apagarme el ordenador, trepar a la mesa, escachar las galletas por el suelo... Si no le dejas (obviamente) se pone a berrear, y así se puede pasar toda la tarde: petición imposible- NO- choto... Pero también en estos casos, con la paciencia al límite, le cojo en brazos cada vez y lo tranquilizo.

Trato de recordar que es todavía un bebé, que no me está "tomando el pelo", que no me quiere fastidiar. Yo creo que simplemente hay días que está molesto y necesita desahogarse, como cuando yo veo una película para llorar a moco tendido o cuando tengo ganas de gresca con mi marido porque llego muy cansada a casa.

Soy su madre y no soporto verle llorar. No sólo porque resulte desagradable (que también), sino porque no quiero que sufra. Soy una blanda, dicen, me va a torear... Me da igual, señores, yo les dejo la disciplina a los militares. Los bebés y los niños LO QUE NECESITAN ES AMOR.

Hay padres que educan a sus hijos en la obediencia, para que aprendan pronto quién manda y para que descubran que la vida es frustración. Pero yo no comparto esta visión de la vida en general ni de la crianza en particular. Tal vez me equivoque, no lo sé.

Lo que tengo claro es que haré siempre todo lo que esté en mi mano para hacerle feliz. Y eso no significa darle todos los caprichos. Pero si quiere algo y no es malo para él se lo daré. Si me pide ir en brazos por la calle y tengo fuerzas para hacerlo, lo haré. Si me tira de la mano para que me siente en el suelo a jugar, dejaré el blando sofá y jugaré con él. Y siempre que mi niño llore lo consolaré.

1 comentario:

Solelena dijo...

Me encanta. Yo también lo haré, por supuesto :-)

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