viernes, 23 de julio de 2010

Despertares

Soy una afortunada, porque todas las mañanas disfruto de unos instantes de absoluta felicidad junto a Leo.

El niño duerme conmigo en la cama grande. Sí, confieso que practicamos esa extraña costumbre habitual en el 97% de los hogares del mundo: el colecho.

Se despierta varias veces a mamar, pero apenas necesita abrir los ojos para encontrar la teta. Sí, también he de confesar que aún le doy de mamar con 18 meses. La OMS recomienda hasta los 2 años COMO MÍNIMO, así que no os extrañéis tanto.

El caso es que da mucho gustico dormir con Leo al lado, por amor y por comodidad. Sí, confieso además que soy de natural vago, y que lo echo en mi cama para no tenerme que levantar hasta su cuarto en mitad de la noche.

La tranquilidad de tenerlo cerca, de olerlo, tiene algo de primitivo, de animal, que me permite dormir a pierna suelta sin temor a que lo devoren las fieras.

Pero lo mejor viene por las mañanas, cuando Leo se cansa de dormir y decide que ya es hora de despertarse. Pueden ser las ocho, las nueve o incluso las diez.  Nunca miro el reloj, porque no tengo prisa. Aquí debo confesar que soy una de esas trabajadoras que han decidido acogerse a las medidas de conciliación que ya existen, en lugar de sufrir por las que debería haber. Me he reducido la jornada y trabajo 5 horas por la tarde. No necesito llevarlo a la guardería ni con los abuelos ni hacerle madrugar. Mi nómina se ha resentido, claro está, pero despertar tranquila junto a Leo no tiene precio.

Yo siempre me hago la remolona, porque a veces cuela y Leo se duerme un ratito más. ¡Gloria bendita! Cuando él decide que ya está bien se sienta en la cama y me toca la espalda. ¡Mama! Yo contesto sin moverme: mnnssnsí. Entonces empieza a hacer el ganso: se ríe, habla, se me tira encima, pregunta por ¿papa? papa está trabajando, cariño. Le hago conquillas, nos damos besos, rodamos por la cama y hacemos el tonto los dos. Es imposible no despertarse de buen humor junto a mi hijo. Cuando cree que ya está bien, él mismo se baja de la cama, me da mis gafas y me tiende la mano para que me levante.

¡Empieza un nuevo día y tengo un subidón de felicidad!

6 comentarios:

Juana dijo...

Como bien dices...esos momentos no se pagan con ningún dinero del mundo. Enhorabuena Cristina, porque aunque la mayoría de las personas saben eso...no todas tienen la valentía de parar un poco su vida para disfrutar de de esos momentos, que son irrepetibles e inolvidables que hay que vivirlos....No todo el mundo tiene la capacidad de valorar lo realmente importate de lo que no lo es.

Nat dijo...

Cuando Miguel se va a trabajar, Sara generalmente se despierta, así que me la meto en la cama para darle teta...y los despertares se parecen muuuucho a los vuestros. ¡Que gozada! Se despierta, mira alrededor buscandome y cuando me ve, una gran sonrisa ilumina su carita. Mejor que un café para despejarme.

Cristina dijo...

Cuando me dicen que no lo voy a sacar nunca de mi cama, lo que realmente pienso es en la pena que me va a dar el día que quiera irse a su propio cuarto. Imagino que será a los 3 ó 4 años, por lo que dicen otras madres que han practicado colecho. Para entonces, espero tener otro bebé al que achuchar por las noches. Y después de eso, pues disfrutaré del olvidado placer de dormir de un tirón, que tampoco está mal.

EVA dijo...

Hola Cristina,
Tienes mas razon que un santo, si tuvieramos que poner en una lista los 10 mejores momentos de toda una vida, despertar al lado de tu bebe seria uno de ellos sin duda!

Piluca dijo...

que bonito Pemán!

paola dijo...

Qué lindo leerte, se parece mucho a cómo lo vivo yo con mi hija Leila de 8 meses, solo que ella me da patadas, me chupa y me pellizca hasta que le doy los buenos días, la cojo y ahí viene la gran sonrisa.

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