martes, 1 de febrero de 2011

En cuanto le quito el ojo de encima...

Hola de nuevo a todos. Disculpadme por este largo periodo blog off. He tenido mucho trabajo, y después mucha vagancia, y entre medio un niño cada vez más travieso. No tenía ganas de filosofar, no estoy en esa onda en estos momentos. Pero me apetece escribir algo ligerito. He decidido inaugurar una sección (qué pomposo queda, ¿verdad?) en la que quepan todas las trastadas que me hace Leo.
El título creo que se explica solo "En cuanto le quito el ojo de encima". Y para inaugurar este tema, os voy a contar brevemente el episodido del Cola Cao.

LEO Y EL COLA CAO

- Lalaralala...

Estaba yo tan contenta haciendo la comida, sin nadie que intentara tocar los fuegos o remover el aceite hirviendo, que no me paré a pensar en el por qué de ese sosiego tan poco habitual. Entonces veo que Leo llega muy afanoso a la cocina, abre el armario de los desayunos (la seguridad en las puertas es un timo) y coge varias cosas para llevárselas al salón.

Pensé: "este chico me está vaciando el armario y luego tendré que recogerlo todo". Porque, como a todos los niños, le encanta sacarlo todo de donde sea y "ordenarlo" a su manera. Y ese ratico lo pasa de lo más entretenido. Por eso, decidí que más valía tranquilidad en mano que orden volando, y le dejé hacer.
Previsoramente, le requisé el bote del Cola Cao y le dejé llevarse otros cacharros más inofensivos. Pero -craso error- volví a dejar el dichoso Cola Cao en el mismo armario, a su alcance, pensando en que mi autoridad era suficiente para disuadirle de lo que se había propuesto.

- Lalarala...

Seguí a lo mío, y me abstraje en mi universo de salchichas con setas. Leo también siguió a lo suyo, y ni siquiera lo vi cuando volvió a la cocina y se llevó el maldito Cola Cao.

Cuando por fin apagué los fuegos y respiré en paz -"he conseguido hacer la comida a tiempo"- volví a ser consciente de lo callado que estaba mi hijo, y empecé a sospechar que algo grave se estaba fraguando en mi salón. No me dio tiempo a llegar, porque vino Leo corriendo a avisarme.

- Mami, mami (tono zalamero, cuando sabe que la ha pifiado)...

Iba hecho un Ecce Homo, cubierto de polvo de chocolate de la cabeza a los pies. Y como no le gusta ir tan sucio, venía para que lo limpiara. Entonces me asomé al salón y vi un panorama que, fuera de la playa, resulta desolador. Cubos, platos y todo tipo de juguetes con posibilidad de hacer de recipiente llenos del puto Cola Cao. La mesa del salón y el suelo, como después de tirar un tabique.

- ¡Arrghhhh!

Por supuesto, le eché la bronca. Y por descontado, la culpa fue mía, por dejar a su alcance materiales tan interesantes como el cacao en polvo.

6 comentarios:

Mamá (contra) corriente dijo...

Yo ahora mismo tengo fuera de su alcance casi todo lo que tiene "peligro". He vaciado la parte baja de casi todos los armarios de la casa y los que no he podido hacer nada los tengo súper cerrados. Porque mi niño es de los que te la lía en un periquete, no veas con el grifo del bidet la que me monta cada dos por tres.

Piluca dijo...

Ese es mi Leo, más majo...!!

Quiteñabonita dijo...

O jojo este tipo de anécdotas me hacen pensar que ni mi casa ni la de mis padres está lista para que un niño ande corriendo por ahí!!

Maria dijo...

Jejeje... Grande la hazaña de Leo jejej. Un besazo

Yo... dijo...

Jajajaja pues sí es divertido tu blog...y tu niño jajaja que majo. Dice mi mujer que de todas las formas puede ser peor...podría haberse llevado un perolo lleno de agua

Lucia dijo...

jajajajaja a mi de pequeña en la bañera me gustaba hacer burbujas hasta que un día, eché tooooodo el bote de gel Fá limones tropicales al agua y casi me ahogo, la espuma salía por debajo de la puerta y todo. Emití el socorrido grito hipohuracanado ¡MAMÁ! para que me sacara de allí, aún recuerdo el agobio y el olor....

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