martes, 17 de enero de 2012

Las madres que no amaban a sus hijos

Ayer estuve más de una hora en la sala de espera del médico, y me dio tiempo de sobra para observar al resto del personal. Aparte de una pareja tatuada que hacía cosas muy extrañas (me pareció que venían del baño de follar, pero eran tan raros que no sé), había un matrimonio con un hijo.
No sé si es correcto criticar a otras madres, porque parece que me quiero echar flores a mí como criadora suprema. Pero no es eso, en serio. Es que esa señora me cayó fatal y si no escribo esto reviento.

 Os describiré brevemente a los personajes:
El papá de la criatura tiene pinta de gañán, de currela frustrado por algún encargado más cabrón que él, y por supuesto bastante machista.
La mamá tiene pinta de inculta, de haber sido criada con los mismos malos modos que le dedica a su hijo, así que al final de la tarde incluso me daba un poco de pena. Las circunstancias de cada uno pesan mucho, y por mujeres como ésta defiendo que el acceso a la educación y a la cultura tiene que ser universal.
El niño tiene unos 9 ó 10 años. Parece simpático en realidad, aunque en la sala de espera saca lo peor de sí, para fastidiar a su madre, claro.
El que tiene que ir al médico era el papá-gañán, que casi le monta un pollo al doctor porque llevaba mucho rato esperando. Personalidad explosiva, típico machote. Seguro que si no hubiera estado su mujer delante se hubiera callado la boca.
Ella le mira extasiada y le da la razón cuando se enfada. Se tienen el uno al otro, qué bonito. Y mientras, ¿qué hace el niño? No tiene ningún libro, juguete o nintendo con que pasar el rato, así que se dedica a cambiarse de asiento por la sala medio vacía. Los padres no le hacen ni caso y tampoco hablan entre ellos más que para criticar al médico o al niño. "Estate quieto, que te vas a enterar" es la frase más repetida. Si el niño contesta "no me da la gana", la señora mira a su marido y pone los ojos en blanco, como diciendo "ves lo que tengo que aguantar". Ella le echa la bronca al niño ¡para agradar a su hombre! Para que él vea que ella es buena madre y que no se deja "torear". El hombre asiente, como diciendo "así me gusta, nena".
¿Y qué ocurre cuando papá por fin entra a la consulta? Pues que aún me cae peor la mamá. Se pone los cascos para escuchar música, pasando olímpicamente del niño. Cuando éste se vuelve a cambiar de sitio o se pone a dar golpecitos en la silla, aburrido como una ostra, le advierte: "que te estés quieto, que ya te lo he dicho, que te estás ganando una bofetada". El niño contesta con un poco más de chulería que antes, porque no está su padre (que debe ser el que suelta los sopapos de verdad en casa): "no quiero parar". La señora insiste en el mismo mensaje cada cierto tiempo, con la cabeza apoyada en la pared y sin quitarse los cascos. Me da la sensación de que ahora reconviene al niño para congraciarse con las personas de la sala, como antes buscaba agradar a su marido. Por eso, al final, se levanta para cogerlo por el brazo y llevarlo hasta la silla que tiene al lado. Al niño le cae una colleja de propina, pero no le da mucho miedo porque se levanta como un resorte otra vez y se va a la otra punta. Desde allí, sin levantar mucho la voz, le dice "zorra". La madre pone los ojos en blanco, como diciéndonos a todos "véis lo que tengo que aguantar".
Por fin, sale de la consulta papá-gañán. El niño aprovecha la ocasión para tocar las pelotas: "no me pongo el abrigo, no quiero ir ahora a la farmacia"... Se pone impertinente, vaya. Y cuando ya bajan las escaleras, le dice con bastante desprecio a su madre: "y la bufanda me la llevas tú".
Esta escena familiar me hizo reflexionar largamente (lo que hace el aburrimiento, oye). Lo primero que pensé fue "suerte que este niño va al colegio, donde seguro que lo tratan con más cariño que en casa y donde tendrá alguien de quién aprender". Porque está claro que sus padres no le hacen ni pito caso. De sus padres ha aprendido una cosa: que hay que tener contento a papá, no me vaya a pegar, y que mamá no se merece ningún respeto.
Ese niño quiere a su madre, como todos, pero solamente consigue su atención portándose mal (relativamente, que solamente se cambió de silla, el pobre). No conoce otro modo de acercamiento. La quiere ahora, porque es pequeño, pero cuando sea mayor no la querrá más que por obligación.
Lo que más me preocupa de esta historia es la actitud de la madre. Porque padres gañanes que no saben dar cariño he visto muchos, por desgracia. Pero ayer vi claramente una madre que no quiere a su hijo. No le gusta ser madre. Le parece un fastidio. Actúa del modo en el que cree que tiene que hacerlo, tal y como su marido espera, tal y como la trató a ella su madre, seguramente. Es una mujer muy dependiente, que busca todo el tiempo la aprobación de su hombre. Si él le dijera: "vamos a llevar al niño al bosque porque no gano lo suficiente para manteneros a los dos" lo haría sin dudar.
Y me dio mucha lástima, por los tres.
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